El calentamiento climático es la mayor amenaza que se cierne sobre la humanidad. Evitar o, al menos, reducir su impacto pasa por cumplir los acuerdos internacionales de reducción de emisiones. Estos grandes pactos basados en el consenso científico proponen alcanzar la meta del Net Zero para 2050, ¿pero qué supone esta carrera hacia el cero?
Las entidades que se comprometen a conseguir las cero emisiones netas deben minimizar los gases de efecto invernadero (GEI) que emiten a la atmósfera. Esto requiere avanzar en la descarbonización, es decir, en la sustitución de las fuentes de energía basadas en el carbono.
Sin embargo, lograrlo representa el mayor de los retos en la lucha contra el cambio climático. Así lo señala Vijay Vaitheeswaran, editor de energía global en el diario The Economist:
«Lograr la meta del Net Zero es una tarea hercúlea. Es algo más grande que el lanzamiento a la Luna u otras iniciativas con las que se suele comparar, porque implica a todas las economías de la Tierra, a todos los Gobiernos y, en última instancia, a todos los ciudadanos. Todos tenemos que comprometernos y cambiar nuestro estilo de vida. Esto no se consigue solo con una revolución tecnológica, sino que necesitamos una revolución en nuestra mentalidad”.
El Net Zero es el estado de impacto climático al que llega una entidad cuando sus emisiones son equilibradas con la eliminación de GEI de la atmosfera. En la práctica, este o pasa por minimizar la cantidad de GEI liberadas y retirar o absorber de la atmósfera los gases contaminantes que se produzcan.
El Net Zero es el objetivo acordado internacionalmente para mitigar los efectos del calentamiento global a corto plazo. Sin embargo, existen diferentes términos (Carbono Neutral, Net Zero, Clima Positivo) que apuntan a diferentes formas de contabilizar las fuentes y los sumideros de carbono. Estos términos ayudan a indicar qué se incluye y qué no se incluye en el cálculo de la huella ambiental o en un objetivo. Los planes de acción relativos a cada término reflejan el compromiso que adquieren empresas e instituciones para reducir al mínimo sus emisiones.
El término Net Zero es importante porque, al menos en el caso del CO₂, cuando se alcanzan las cero emisiones netas se detiene el calentamiento global. Este planteamiento surge de compromisos internacionales, como el Acuerdo de París de 2015. Allí se fijó el objetivo de mantener el calentamiento por debajo de 2ºC con respecto a la era preindustrial.
Por su parte, los científicos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) piden más esfuerzos. Esta entidad de la ONU asegura que el límite de 1,5ºC marca un punto de no retorno. Para evitarlo, han propuesto que las empresas sean Net Zero para 2050. Este argumento fue acogido por los Gobiernos en la COP 26, la Conferencia de Naciones Unidas para el Cambio Climático, de 2021.
Entre los países más comprometidos destacan los de la Unión Europea. Los 27, igual que Estados Unidos, quieren ser climáticamente neutros en 2030. Para entonces, las emisiones deberían haberse reducido un 55 %. China marca ese objetivo para 2060.
Sin embargo, ha sido el Reino Unido el primer país en comprometerse por ley a tener emisiones neutras en 2050. Por su parte, la UE ha publicado un reglamento de diseminación de información no financiera en las empresas. Se llama taxonomía de la UE y obliga a publicar los planes empresariales medioambientales.
Aunque estos acuerdos son esperanzadores, nadie reduce todavía las llamadas contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC). Estas NDC hacen referencia al corto plazo, hasta 2030. Los expertos de Climate Action Tracker consideran que, si no se hacen esfuerzos en esta década, se superarán los 1,5 ºC. Creen que, en esa situación, se pasará de 2,4 ºC o 2,7 ºC en 2100.
En esta batalla también hay que tener en cuenta lo que cada país considera neutralidad de carbono. Mientras la UE incluye cualquier gas de efecto invernadero, otros, como China, solo piensan en el CO₂.
Con estos objetivos mundiales, las empresas afrontan importantes cambios. Deben ponerse en marcha para lograr el objetivo de las cero emisiones netas cuanto antes, lo que supone dar pasos con firmeza.
El primer paso es alcanzar la neutralidad climática, simbolizada en el objetivo del cero gases contaminantes en 2050. Pero hay que ir más allá, se trata de lograr un impacto climático positivo: eliminar de la atmósfera mucho más de lo que se emite.
Para conseguirlo, se proponen diferentes estrategias:
– Reducir: Reorganizar la cadena de valor para eliminar todas las emisiones posibles. Es muy importante fijar objetivos tanto a largo como a corto plazo.
– Compensar: Trazar un plan de inversiones en proyectos sostenibles. De esa forma, se compensarán emisiones imposibles de reducir.
– Neutralizar: Una vez reducidas las emisiones al mínimo, se han de aplicar procesos de eliminación de carbono para lograr la neutralidad.
Mirando más lejos, las empresas deben aspirar a alcanzar el denominado clima positivo. Este concepto propone poner en marcha acciones que beneficien al medioambiente.
Para llegar a los objetivos marcados, las empresas pueden activar muchas iniciativas.
Una de ellas es acogerse al estándar SBTi, primer protocolo para las cero emisiones. En realidad, es un marco de trabajo basado en el conocimiento científico sobre la neutralidad. SBTi fija una serie de objetivos de reducción y propone varias alternativas para alcanzarlos.
Es importante tener en cuenta que estos objetivos no se consiguen de un día para otro. Por eso, se debe iniciar el camino cuanto antes.
CISL es un marco de trabajo de la Universidad de Cambridge. Se basa en cuatro puntos clave:
La estrategia debe basarse en acciones claras. Por ejemplo, sustituir elementos generadores de emisiones, implantar fuentes de energía sostenibles y apostar por vehículos eléctricos.
Esta transición supone una serie de oportunidades para mejorar procesos, optimizar la producción e incluso realzar la imagen pública.
Sin embargo, el camino no está exento de riesgos. En ocasiones, se eligen mal las medidas, las tácticas y las estrategias, lo que se traduce en gastos extra para la empresa.
Para minimizar esos peligros, se ha de partir de estudios de impacto. Se trata de análisis llevados a cabo por empresas especializadas. Sus técnicos estudiarán la estructura de la compañía y su impacto ambiental. El objetivo será conocer la huella de carbono que produce y proponer reducciones.
Una vez identificados esos valores y los puntos sobre los que actuar, conviene implementar una estrategia. De nuevo, una firma especializada puede asesorar para el diseño de ese proyecto.
De este modo, se puede implementar alguna de las grandes estrategias ya probadas, como la mencionada CISL de Cambridge.
Con la estrategia trazada, se iniciará el recorte de emisiones. Se identificarán todos aquellos puntos donde se pueden eliminar y se procederá a la sustitución de esos elementos contaminantes.
Por supuesto, esto no siempre resulta sencillo. Será necesario buscar y financiar alternativas: implantar fuentes de energía, adquirir nuevos medios de transporte o renovar las técnicas de producción.
En la estrategia debe destacarse el equilibrio basado en carbon offsetting (técnicas de compensación). Es decir, será necesario invertir en proyectos basados en soluciones naturales, sin huella de carbono. Por supuesto, en este aspecto es clave no decantarse por iniciativas que solo busquen el green washing.
Sin duda, el camino hacia 2050 es arduo. Es necesario recorrerlo apoyándose en todos los recursos posibles para llegar a la meta, como la economía circular.
Este concepto de la circularidad se basa en compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar los materiales y productos. Busca extender el ciclo de vida y se puede llevar también al plano energético.
Por otro lado, la noción de economía regenerativa propone integrar todas estas prácticas en una filosofía de gestión de empresas. Esta visión busca la equidad y el bienestar social a través de empresas verdes y tecnologías limpias.
Todas estas ideas ya están en marcha. Una de las empresas punteras en este sentido es Google, que se ha propuesto que todos sus centros de datos funcionen con energía verde para 2030. Por su parte, Microsoft se ha comprometido a hacerlo para 2025.
Conseguir la neutralidad climática en un periodo tan corto es todo un reto, ya que requiere la máxima coordinación entre políticos e inversores y el empleo de tecnologías que innoven en la reducción de carbono.
En este sentido, un paso fundamental es medir la huella de carbono. Se puede hacer, por ejemplo, con APLANET NEUTRALITY, una plataforma que lleva a cabo estas mediciones en toda la cadena de valor. Con ella, se pueden calcular las emisiones de alcance 1, 2 y 3 de acuerdo con el GHG Protocol.
Es importante contar con los mejores especialistas en este camino del Net Zero. Porque no se trata de llegar rápido, sino lejos. ¿Quieres pasar a la acción? Contáctanos.
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